Hoy conmemoramos el Día Mundial del Sida: expresamos nuestra solidaridad con los 78 millones de personas que han contraído la infección por el VIH y recordamos a los 35 millones que han muerto a causa de enfermedades relacionadas con el sida desde que aparecieron los primeros casos.
El mundo se ha comprometido a acabar con la epidemia de sida para el año 2030 como parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Y podemos ver que los diferentes países se están sumando a los objetivos de acción acelerada: más de 18 de millones de personas están siguiendo un tratamiento contra el VIH, y muchas naciones están en vías de eliminar casi por completo la transmisión maternoinfantil del VIH.
Estamos ganando la batalla contra la epidemia de sida, pero no vemos esos avances en todas partes. El número de nuevas infecciones por el VIH no se está reduciendo entre la población adulta, y las mujeres jóvenes corren un riesgo mayor de contraer la infección por el VIH.
Sabemos que para las niñas del África subsahariana, la transición a la edad adulta es un periodo especialmente peligroso. Las mujeres jóvenes se enfrentan a una amenaza triple: un alto riesgo de infección por el VIH, bajos índices de pruebas del VIH y un escaso cumplimiento del tratamiento contra el VIH.
Las coinfecciones que sufren las personas que viven con el VIH, como la tuberculosis, el cáncer de cuello de útero y la hepatitis C amenazan con hacer que no pueda alcanzarse el objetivo de reducir las muertes relacionadas con el sida a menos de 500 000 para el año 2020. La tuberculosis causó alrededor de un tercio de las muertes relacionadas con el sida en el año 2015, y las mujeres que viven con el VIH tienen un riesgo entre cuatro y cinco veces mayor de desarrollar cáncer de cuello de útero. Sacar al sida del aislamiento sigue siendo indispensable si el mundo quiere alcanzar el objetivo establecido para el año 2020.
Con el acceso al tratamiento, las personas que viven con el VIH viven más. Invertir en tratamientos está dando frutos. No obstante, las personas de más de 50 años que viven con el VIH, entre ellas también la gente que está en tratamiento, presentan un mayor riesgo de desarrollar enfermedades no transmisibles asociadas a la edad, lo que afecta al avance del VIH.
La epidemia de sida sigue vigente, pero podemos ponerle fin si centramos nuestros esfuerzos en garantizar las necesidades individuales en etapas concretas de la vida. Independientemente de nuestra situación particular, todos necesitamos acceder a los medios para protegernos del VIH y a medicamentos antirretrovíricos en caso de que los necesitemos. Un enfoque durante todo el ciclo vital ante el VIH que ofrezca soluciones para todos, en todas las fases de la vida, puede servir para dar respuesta a las complejidades del VIH. Los riesgos y desafíos relacionados con el VIH cambian durante el curso de la vida de las personas, lo que subraya la necesidad de adaptar la prevención del VIH y las estrategias de tratamiento desde el nacimiento hasta la tercera edad.
Michel Sidibé
Director ejecutivo de ONUSIDA
Secretario general adjunto de las Naciones Unidas
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